Ensayo ganador del concurso Las Cuentas Cuentan 2023: Dulces, cuentas y acción
La fábrica de chocolate había alcanzado un éxito rotundo, del que la competencia se encontraba a años luz. Ahora bien, lo que fácil viene fácil se va y era sólo cuestión de tiempo que aparecieran obstáculos en el camino. Y así sucedió. Un jueves 6 de febrero de 2020 el sol caía, acariciando con sus suaves rayos la fachada delantera de la fábrica. Simultáneamente, los pájaros cantaban al son de las crepitantes chimeneas mientras que los Oompa-Loompas trabajaban intrépidamente la poderosa maquinaria, y el aire impregnado de caramelo cautivaba a las abejas de los más recónditos rincones de la ciudad, lo que facilitaba la obtención de centenares de kilos de miel recolectadas localmente. Todo parecía estar en orden hasta que se oyó el sonido estridente del timbre de la puerta. Hasta entonces, nunca nadie osaba interrumpir la plácida tranquilidad del Señor, a no ser que él lo indicase explícitamente. Agitadamente avanzó hacia la entrada, con la mandíbula tensa, los pelos en punta y las pupilas contraídas, mientras gruñía a regañadientes:
● ¡Más te vale no interrumpir mi merecido descanso en vano!
Volvió a sonar el timbre, sin embargo, al abrir la puerta no había ni rastro del cartero, aunque un sobre blanco sellado en radiante pintura roja con el enunciado de “URGENTE”, apareció en el suelo. Rompiendo el sobre atropelladamente, el Señor sacó sus contenidos y lo comenzó a leer en alto:
“Estimado señor Willy Wonka: Desde la central del Ministerio de Salud nos disponemos a informarle de cambios que creemos que serán de gran interés para usted. Con la creciente preocupación del daño que produce el azúcar a la salud, lamentamos informarle de la implementación de un impuesto del 20% sobre el valor de venta del azúcar. Como ya sabrá, el consumo excesivo de azúcar es una de las principales causas de diversas enfermedades crónicas, tales como la obesidad, desórdenes del comportamiento, diabetes, caries dental y enfermedades cardíacas, entre otras. Por lo tanto, la regulación entra en vigor hoy, día 6 de febrero del 2020 y será de obligado cumplimiento para todas las empresas con actividad comercial. Desde el Departamento de Salud, creemos que es esencial pensar en las repercusiones que tienen nuestros actos en el bienestar común, antes que en los beneficios económicos. La recaudación del impuesto será destinada a investigaciones sobre enfermedades derivadas del consumo excesivo de azúcar, tales como la diabetes que ha aumentado un 16% desde el año pasado y produjo 4,2 millones de muertes a nivel mundial (datos del año 2019). Esperamos que lo entiendan y tomen las medidas apropiadas. Atentamente, Departamento de Salud.”
Pero antes de seguir con esta historia, debo contar cómo hemos acabado aquí. Para situarnos rebobinemos unas décadas, concretamente al 6 de febrero del 2000…
Todo gran cambio comienza por una gran decisión y la nuestra, en concreto, comenzó por un pacto con el señor Willy Wonka, un solitario chocolatero cuadragenario que vivía la vida por y para la creación de dulces (de los cuales fue privado en su infancia). Él mismo fue en busca de nuevos sabores a Loompalandia donde dio con nosotros, los Oompa-Loompas, seres con dos grandes pasiones: el chocolate y cantar. No tardó en presentarnos su tentadora propuesta, pues nos colmaría del chocolate que tanto anhelamos a cambio de nuestra labor en su fábrica.
Así fue como comenzamos a trabajar día y noche en la fábrica para producir el chocolate más exquisito que ha probado un paladar, pura emoción en barras. Al principio, el cambio de aires (de Loompalandia a la fábrica de chocolate) resultó un tanto extraño, radical, pues de una dieta de orugas mugrientas pasamos a una de deliciosos granos de cacao. No me malinterpretéis, ya que Willy Wonka ha sido el golpe de suerte que ha disuelto la inercia que anclaba nuestras vidas ordinarias. Ahora vivimos rodeados de paisajes estrambóticos, aromas capaces de invocar el olfato a un anósmico y texturas lo suficientemente variadas como para satisfacer el interés de cientos de geólogos. En un abrir y cerrar de ojos éramos ingenieros, arquitectos, cocineros, comerciantes etc., -unos verdaderos camaleones en su fábrica- capaces de adaptarnos a cualquier misión. Sin embargo, nuestra esperanza de vida va de la mano con nuestra estatura, es corta, lo que suponía un gran problema para Willy Wonka, impaciente por encontrar un sucesor.
Seamos francos, el tiempo se escapaba de las manos del chocolatero mientras se sumergía en su etapa de zorro plateado, aún sin descendientes ni familiares que se pudieran hacer cargo de su dulce negocio. Una herencia de tal magnitud no podía quedarse sin heredero. Tras agotadoras noches de insomnio, Willy Wonka tuvo una idea: Con la lotería del billete dorado (envueltos en barras de chocolate) fueron seleccionados al azar (unos más justamente que otros) 5 niños, de los cuales sólo uno salió ileso de las tentaciones de la fábrica, entre ellas comer y tocar objetos pese a la advertencia de su peligro por Willy Wonka. Se trataba de Charlie, ya que era el menos corrompido por la codicia y la avaricia, convirtiéndose así en el futuro sucesor del señor Wonka (concretamente en cuanto éste cumpliese los 65 en el año 2020). Pasaron las décadas y finalmente, llegó el ansiado día. Charlie Bucket -ahora un joven de 30 años- estaba listo para desempeñar su puesto como nuevo jefe de la fábrica. El empeño en aprender múltiples habilidades todos estos años antes de su relevo no fue en vano y así consiguió dominar disciplinas tales como la logística, negociación, liderazgo y la contabilidad.
Acostumbrados a las frías órdenes de Willy Wonka, su sucesor resultaba sumamente cálido y amigable. Sólo con la ampliación de los descansos consiguió que las horas invertidas en trabajo fueran más productivas, más chocolate, más ventas y mayor nivel de vida debido al incremento salarial. ¿Quién diría que un chico tan joven mostraría tal pericia de liderazgo? Y así, paso a paso -o mejor dicho de grano en grano (de cacao)- la fábrica brillaba en todo su esplendor.
¿Sería el nuevo impuesto sobre el azúcar el iceberg que haría naufragar a la empresa? Primero que nada, hablemos de cifras, según los datos que hemos recopilado de varias investigaciones bajo las órdenes de Charlie: cada año mueren alrededor de 4 millones de personas por problemas relacionados con el sobrepeso en todo el mundo. En 2020, 158 millones de niños y adolescentes han sufrido de obesidad a nivel mundial, y para 2030 se espera que este número aumente hasta los 254 millones. El consumo de azúcar medio al año es de 27 kilos por persona, sin embargo, la OMS recomienda reducirlo a 18. Por último, la diabetes es una de las 10 causas principales de defunción, tras un aumento del 70% de muertes desde el año 2000. No hay dudas de que el azúcar se ha convertido en una gran amenaza para la salud y por tanto también en una gran preocupación para Charlie, el gran rey de lo dulce. Nuestro nuevo reto consistía en seguir otorgando felicidad a los consumidores sin causar estragos a su salud. Lo cierto es que cuanto más tiempo pasaba más bajaban las ventas, y parecía que todo se venía abajo irremediablemente. Era obvio que para mantener los ingresos y a la clientela, había que cambiar por completo el producto, minimizar el daño para la salud y mantener el negocio económicamente viable.
-¡Stevia, stevia, stevia! -gritó Charlie, tras horas de estrujarse el cerebro buscando una solución.
Era la clave. Un edulcorante natural con 0 calorías que no aumenta la glucosa en sangre y es derivado de una planta mucho más dulce que el azúcar. En vez de añadirle azúcar al chocolate incorporaremos stevia; una cucharadita equivale a una taza de azúcar. Además de proporcionar una alternativa más sana para los consumidores existentes, también aumentará la clientela, ya que incluso los diabéticos podrán consumir los nuevos dulces.
Nos pusimos manos a la obra ese mismo instante. Llamadas, importaciones, precios, maquinaria y experimentos, pues era esencial moldear cada pieza a medida para elaborar el producto. Es cierto que una de las disciplinas incorporadas en el nuevo modelo nos asombró bastante, me refiero a la contabilidad. Nunca habíamos oído hablar de semejante concepto, por lo que se dispuso a aclararnos las dudas.
- Imaginaros que tenemos un bol enorme para mezclar ingredientes; nadie más que ustedes saben la importancia de una buena receta. Para ello debemos saber las proporciones exactas en las que hemos de mezclar cada ingrediente y así obtener la consistencia perfecta. Supongamos que no sabemos la cantidad exacta de cada ingrediente que debemos añadir; entonces podríamos causar grumos o bien un sabor agrio y desagradable que repelerá a los consumidores. Ahora imaginemos que la masa resultante representa el mercado financiero, mientras que los ingredientes son las cantidades de dinero provenientes de cada fuente (empresa). Toda empresa es responsable de haber añadido la cantidad correcta del ingrediente que le corresponde, ya que si se decide añadir más o menos, perturbará la armonía de la mezcla y formará grumos. La masa la consume la población, compuesta por inversores, accionistas, acreedores, gobierno, empleados etc., que se verán disgustados si hay grumos. -explicaba Charlie con entusiasmo.
Seguíamos confusos, ¿qué tiene que ver un sistema tan complejo con una simple mezcla de ingredientes?
-Oompa Loompas, prestad atención. Los ingredientes que forman la masa a su vez están formados por diminutos átomos que se juntan para formar cada ingrediente. Al igual que los ingredientes, la contabilidad está formada por cientos de subelementos, -las cuentas- que contribuyen a formar los informes de contabilidad. Cuando suceden fraudes contables y las cuentas resultan estar manipuladas, es decir, los números que aparecen en ellas no concuerdan con la realidad (que equivaldría a añadir más o menos de la proporción adecuada del ingrediente y formaría, por tanto, grumos en la masa), el resto de la población son los que se ven afectados en su salud y bienestar, pero también en su patrimonio, crecimiento económico y a gran escala en múltiples otras áreas impredecibles debido al efecto mariposa.
-Espera un momento -interrumpe un Oompa Loompa- es muy interesante lo que dices pero… ¿para qué necesitamos la contabilidad nosotros como empresa?
-¿Me he adelantado a los acontecimientos, verdad? Disculpadme, tenéis razón. La contabilidad nos permite estudiar la situación de la empresa y sus posibilidades de crecimiento a corto y largo plazo. Más específicamente, realiza un seguimiento de los gastos e ingresos, pérdidas y ganancias. Todo esto ayuda a que sepamos el precio al que debemos vender el chocolate, saber si tenemos la liquidez suficiente para pagar los gastos (en dinero -o en cacao si es para vuestro salario) y si necesitamos pedir un préstamo o bien podemos financiar las operaciones empresariales con acciones de la fábrica -nos dijo con una mirada examinadora para ver si le seguíamos. - Pero no solo necesitamos la contabilidad para poder organizar internamente nuestra actividad y tomar decisiones informadas en cuanto a la gestión de la fábrica, sino también para rendir cuentas a todas las personas externas que puedan tener interés en nuestra actividad. Incluyendo a los consumidores, cuyos niveles de satisfacción, bienestar y salud son en gran medida nuestra responsabilidad. Esto se conoce como "Responsabilidad Social Corporativa", ya que es esencial que mostremos nuestra gratitud a todos aquellos individuos que posibilitan el funcionamiento de la fábrica y nos permiten seguir regalando felicidad en barra al público.
Las piezas estaban encajando en el puzle, pero seguíamos sin ver la imagen completa. Impuestos, azúcar, stevia, contabilidad…
-Charlie, entonces ¿por qué debemos usar la contabilidad ahora y no podemos seguir trabajando como antes? -preguntamos incrédulos.
-Muy buena pregunta. Como sabéis, la salud mundial va en deterioro y si indagamos más a fondo en el motivo de la alta consumición de azúcar, ¿cuál es la razón más primitiva de su abuso? El estrés. Está demostrado que ante situaciones de ansiedad el cuerpo libera cortisol, que a su vez inhibe la secreción de insulina y aumenta la liberación de glucosa en sangre. Ello incita a que consumas más alimentos azucarados. Entonces nuestra misión, si de verdad queremos hacer un gran cambio y favorecer a la población, es minimizar su consumo de azúcar a la vez que minimizamos su estrés. Aquí es donde entra la contabilidad, donde su uso idóneo es esencial para una sociedad estable y próspera. Dejadme explicar cómo un uso inadecuado de esta ciencia deja graves secuelas en sus víctimas -siguió Charlie-. El fraude contable, o también llamado el maquillaje ilegal, consiste en manipular las cuentas para dar una imagen ficticia de los resultados de la empresa, bien porque la empresa está sufriendo pérdidas y quiere subir el precio de sus acciones, pedir un crédito o aumentar dividendos, o bien porque quieren pagar menos impuestos y recibir subvenciones. Todo esto se lleva a cabo inflando u ocultando gastos, ventas, deudas o activos.
Comenzábamos a ver la luz al final del túnel. ¡Es increíble cómo el señor Wonka había llevado la fábrica todos estos años sin tal disciplina! La contabilidad es esencial para la organización de la fábrica.
-¿Me estáis escuchando? -preguntó Charlie mientras le asentían con la cabeza los Oompa Loompas-. Os podréis imaginar las consecuencias nefastas que puede provocar el uso erróneo de la contabilidad. Desde la pérdida de empleos que llevaría a la ruina a muchas familias, y a que los responsables de la manipulación de las cuentas acaben en la cárcel. En Estados Unidos un fraude contable lleva aproximadamente a una caída del 38% de cotización de las acciones de la empresa afectada. Provoca el despido del 91% de los directivos afectados y el 14% acaban en la cárcel. Además, la pérdida de reputación de la empresa afectada perjudica su evolución futura, lo que provoca la pérdida de puestos de trabajo o , en el peor de los casos, acaba con la desaparición de la empresa, como sucedió con Enron o Lehman Brothers. Ninguna de estas situaciones se vive pacíficamente y pierden tanto los causantes del fraude como sus víctimas, pero sobre todo, bajo situaciones de estrés agudo, se pierde la salud.
Ya hemos entendido nuestra misión: debemos responsabilizarnos del cálculo del ingrediente que añadiremos al bol (cuentas que contribuirán a los informes de contabilidad de la fábrica) para estar seguros de que todo empleado, inversor, acreedor o entidad que trate con nosotros, vea una información que refleje la realidad de la empresa, una masa uniforme.
Durante siglos, la relación entre el azúcar y los humanos ha sido comparable a la de las polillas y la luz, nos atrae aunque nos dañe, pero finalmente hemos logrado romper el ciclo, descifrando el enigma de eliminar el azúcar de la dieta mientras seguimos apelando a las papilas gustativas. Gracias al uso de stevia en nuestras barras de cacao, redujimos la diabetes en el país a la mitad. Las ventas se dispararon, mientras que nosotros, los Oompa Loompas, pudimos saciar nuestra obsesión por el chocolate gracias al aumento salarial (en cacao). Se podría decir que estábamos gozando del Niágara de chocolate. Por si pareciera poco, nuestra transparencia en los informes contables junto al gran rendimiento de la empresa ayudó a miles de accionistas e inversores a alimentar a sus familias. Parecía que las cosas no podían ir a mejor hasta que recibimos otra noticia del Departamento de Salud:
“Habéis superado con creces nuestras expectativas, enhorabuena. Vuestra labor por aumentar el bienestar social, minimizando el estrés a través de las cuentas veraces y minimizando el consumo del azúcar, realmente cuenta. Por ello, nos enorgullece poder recompensar vuestra producción innovadora con deducciones en la declaración de la renta.”
Tal vez, los mayores héroes del mundo no son los que actúan bajo la mira del público, sino los que se esconden detrás de papeles, bolígrafos y estanterías repletas de libros diarios, aquellos que mantienen el orden y la justicia desde las sombras. Aquellos que luchan por la mezcla de cantidades adecuadas de ingredientes, que son los pilares fundamentales de nuestra paz mental. Sin los contables llevando los registros, ¿Quién nos ayudaría a conciliar el sueño?
Inspirado en la novela infantil “Charlie and the Chocolate Factory”, escrita por Roald Dahl (1964).
Primer premio: Dª MARINA SOFÍA MARTÍN LITVINOVA, estudiante de 1º de Empresa y Tecnología en la Universidad Carlos III de Madrid, coordinado por la profesora Dª Encarna Guillamón Saorín.